miércoles, 26 de mayo de 2010

Colón irritado

Si algo habla claramente de la histeria de un grupo de gente que vive, sin ningún lugar a dudas, sufriendo la existencia de este gobierno son dos cosas: los que escriben notas como ésta de Morales Solá y los que las comentan.



Cabría preguntarse por que demonios la oposición -en todo el sentido de la palabra, digo, incluyendo al partido de los medios- politizó lo que aparentemente no quería politizar, nuevamente, siempre con su mensaje bidireccional y confuso. Hoy Clarín (si, lo sé, dije que era mejor hablar de otras cosas) politiza diciendo que la fiesta fué maravillosa "a pesar de las diferencias", politizó ayer imprimiendo en la tapa el acto en el teatro Colón, omitiendo innecesariamente una fiesta popular que no pretendía ser del gobierno, en la que seguramente había tantos opositores como oficialistas. Es la actitud desmedida e histérica del oposicionismo desatado lo que le da triunfos al gobierno que no necesariamente le corresponden, porque por mas que yo quiera a Cristina no fue ella quien montó las estructuras y los stands, ni quien organizó y ensayó para el desfile de ayer, ni quien cantó en los recitales. El gobierno nunca se apropió de la fiesta del Bicentenario, pero tanto lo repitieron que se convirtió en una realidad con el costo que eso implicó a fin de cuentas, dado que la lectura que uno hace es que, entonces, al menos al pueblo no le interesó que fueran los festejos "del gobierno", lo cual contrasta duramente con aquella descripción de Carrió, de un pueblo sediento de la sangre de sus dirigentes.

En la nota de Morales Solá, titulada "Esa obsesión por dividir y fracturar", el autor parece estar haciendose una autorradiografía. Además de arrancar con toda la furia, llamando egocéntrica a la presidenta, abre con expresiones como la siguiente:
Esa coherencia entre fisuras constantes convirtió la conmemoración de la fecha patria en una convivencia inestable y permanente entre dos Argentinas.

La pregunta es en dónde vive este hombre, porque no hubo un sólo momento en el que se presentara una situación similar. No hubo conflictos, no hubo chiflidos, no hubo violencia, casi en forma unánime -incluso en medios opositores- se rescata la unidad del pueblo en la celebración del cumpleaños de la Patria.
De hecho, no hubo en los últimos cuatro días un solo acto que comprendiera a las diversidades políticas, sectoriales, religiosas y sociales.

En efecto, Morales Solá refuerza la idea -reitero, innecesaria, pero gracias- de que los festejos fueron oficialistas. Sigue sin entender que la diversidad estuvo ahí, implícita. Y si se quiere algo explícito no hubo mejor ejemplo que la diversidad política, religiosa o social que en los actos del Bicentenario, que incluyeron desfiles y representaciones artísticas de todo tipo de comunidades, y que involucraron un abanico de presidentes de América Latina que iban desde Chávez, pasando por Evo, Lugo o Mujica hasta llegar a Piñera, que reivindicaron a Perón pero también a Yrigoyen, o a Raúl Alfonsín. Es llamativo que, quienes son capaces de censurar parte de la historia o contarla cambiada, pretendan dar clases de diversidad. Por ejemplo, el propio Morales Solá en esta nota, cuando sobre el final se descarga decididamente con lo siguiente:

Ninguna otra cosa, sin embargo, fue tan divisoria -ni tan explicativa del presente- como la entronización de Ernesto Guevara en el panteón de los próceres latinoamericanos. El "Che" es un mito y no un héroe; al mito se le permiten todas las fantasías que al héroe se le niegan. Guevara fue una persona valiente, pero de una asombrosa frialdad para matar y para hacer matar, para descerrajar guerras civiles y para enfrentar a los hombres y bañarlos de sangre.

Ernesto Guevara fué médico, político y revolucionario, no fué un mito. No fueron un mito ni la revolución cubana -para bien o para mal, podrá Morales Solá y el lector también hacer su propia lectura-, ni los enfermos que asistió, ni son un mito los recuerdos de las personas que conoció en su vida de revolucionario, que lo destacan como un hombre impecable, de convicciones inamovibles y una conducta ejemplar. Son realidades. Tampoco es menos roja la sangre derramada por la revolución cubana que la derramada en la lucha por la independencia de los pueblos latinoamericanos. Morales Solá debería tener miedo de verse reflejado en algún personaje ficticio, que unos doscientos años atrás considerara a los revolucionarios como San Martín y Bolivar "de asombrosa frialdad para matar y para hacer matar (...) para enfrentar a los hombres y bañarlos de sangre".

De todos modos, no extraña esto en una persona que supo sentirse a gusto con la dictadura militar y el bussismo, tanto que aún resuenan en el los prejuicios de entonces, por ejemplo al referirse al presidente uruguayo Mujica:
"él, un viejo guerrillero, razonable ahora, se entendió sin inconvenientes con Mauricio Macri, un acaudalado descendiente de una familia de empresarios. "

Rebobinando un poco en el texto, fíjense como la falta de equilibrio emocional de Morales Solá lo hace escribir algo absolutamente contradictorio:

El otro acto fue el de la reapertura del Teatro Colón, donde convivieron amablemente peronistas, radicales, socialistas y la centroderecha de Pro. Más allá de las personas que allí expresaban esas ideas, es probable que en ese estilo, civilizado y pacífico, se esté incubando el futuro no tan lejano de la Argentina. Un río social subterráneo parece crecer con fuerza bajo el suelo presuntamente seguro de los actuales gobernantes. Los argentinos que atestaron las calles de Buenos Aires preferían estar unidos antes que inexplicablemente divididos. Nunca se vio mejor que en esos contrastes entre el llano y la cima el irreversible ocaso del proyecto y del estilo kirchnerista.

Verdaderamente da la sensación de que el autor está fuera de sus cabales. Es común leerlo a Morales Solá en La Nacion mucho mas desencajado que en sus programas de televisión, pero en general intenta ser coherente. Aquí no sólo refuerza la idea de que hubo otro acto -según el, mas civilizado- y por ende uno debe leer que los actos del Bicentenario fueron del gobierno y fueron la cara de la barbarie, sinó que luego atribuye a esa barbarie preferir estar unida antes que inexplicablemente dividida. Coincido con lo de inexplicablemente, porque lo del autor es inexplicable, sería interesante si alguien me lo pudiera aclarar porque sigo sin comprenderlo.

No es de mi interés analizar la falsedad de la idea del consenso multipartidario que pretende esgrimir Morales Solá al principio de estas palabras que he citado, porque es algo ya muy quemado y bastante discutido, y se desmorona sólo al ver la falta de coordinación opositora que a periodistas como el mencionado suele sacar de quicio.

Reincide en esto una vez mas, un poco mas adelante:

Dos Argentinas se movían aquí y allá, por todos lados. Populares artistas, aunque mayoritariamente de un color ideológico determinado, actuaron bajo la organización de los actos del gobierno nacional. Otros artistas, menos ideologizados, trabajaron o presenciaron el espectáculo del Colón. Hubo multitudes en los dos lados. Ni una multitud era kirchnerista ni la otra era macrista.

Luego se mete en otro dilema: acusa a la presidenta de dividir "hasta en territorios que pertenecen a la religión", mediante expresiones como "¿Quién le dijo que Radrizzani sería mejor que Bergoglio?". Nadie, Joaquín, pero habría que preguntarle a Bergoglio, en todo caso, por que decide dividir las ceremonias religiosas cuando la presidenta elige a Radrizzani o a quien fuere. Aparentemente, Morales Solá tampoco conoce la pregunta del huevo y la gallina. Pero siempre puede ser empeorado:

"mientras la Catedral de la Capital estuvo llena de gente común que no ostentó ninguna identificación partidaria, la de Luján estuvo marcada, otra vez, por la presencia de las delegaciones políticas, trasladadas generalmente por los escépticos barones del conurbano."

Es realmente impresionante el desprecio de Morales Solá por el pueblo, su división de la sociedad en incluídos y excluídos, en civilización y barbarie, en seres humanos racionales e independientes y semovientes arrastrados hacia un micro, y hasta se da el lujo -jugando a Dios- de analizar la autenticidad de la fe de los intendentes del conurbano bonaerense.

Sigue el columnista de La Nación:

Esa corriente incesante de divisiones llegó a su apogeo con el discurso presidencial de ayer. El Centenario fue un horror, empezó Cristina. Extrapoló los valores de entonces a los de ahora, se negó a comparar los progresos sociales y políticos de la humanidad durante un siglo y no reconoció el esfuerzo de la generación de 1910 para hacer de la Argentina una de las principales potencias económicas del mundo. La Argentina de hoy es mejor en muchos aspectos, pero no tiene la pujanza económica de entonces ni el optimismo social de hace un siglo. No es cierto, por lo demás, que éste sea el mejor momento democrático que la Argentina haya vivido nunca, como aseguró la Presidenta, siempre autorreferencial.

En este caso, el autor deja clara su posición ideológica, pero no explica las afirmaciones que hace. No es cierto que el gobierno se haya negado a comparar los progresos sociales y políticos durante el siglo, de hecho se repasó la historia desde 1810 varias veces y se reconoció, como antes dije, a personajes de la historia de todos los sectores políticos. La pujanza económica de hace un siglo era un modelo agroexportador atrasado y que supo hacer oídos sordos a las sugerencias de la necesidad de una industrialización que llegó a la fuerza treinta años después, el optimismo social pude medirse en forma aproximada por la composición social de los festejos del Centenario y el Bicentenario. Tampoco es cierto que este no sea el mejor momento democrático de la Argentina, o al menos si no lo es no estaría mal que el autor lo indicara. Parece difícil creer que durante el alfonsinismo haya habido mayor estabilidad social, política, mayor desarrollo e incluso mayor libertad de prensa, tampoco es probable que el menemismo, con enormes niveles de desigualdad social, desempleo y devastación de la industria nacional, atentados y un periodista asesinado haya sido una época de mayor democracia, no creo que el autor se refiera a la Alianza o al duhaldismo -que dificilmente pueda ser considerado parte de la democracia- pero en todo caso debería aclararlo el.

Se podría continuar con el análisis de la nota de Morales Solá, porque hay mas. También se podrían analizar otras notas en los medios. Me pregunto en este momento si vale la pena hacerlo, quiero creer que sí, que es importante. Necesitamos desglosar todo lo que nos dicen en épocas en que la comunicación es clave y que hay muchos mensajes con intención de confundir y decir lo que no dicen.


Fuentes:

La Nacion
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1268687

Imagen
http://img43.exs.cx/img43/180/vomit.jpg
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