martes, 21 de julio de 2009

La quiero, la llevo en el corazón...

No se me ocurre nada por éstas horas, pero hay gente a la que sí. Es el caso de Daniel E. Gilibert de quien me llegó esta carta vía emails. Creo que es justo reproducirla, porque si al menos una persona que visita este blog no la leyó, no va a ser en vano.

Leí que alguien por ahí dijo que hablaba mal de nosotros ponernos al nivel de "la señora". Y tiene razón. Pero considero un error creer que el tema es "la señora" vs. nosotros. Hay algo mas grande atrás de eso, por ejemplo, los que arman la mesa de los comensales de Rosa.



Me dirijo a usted, en mi carácter de simple ciudadano, para solicitarle tenga a bien aclarar —o rectificar— algunas opiniones que vertiera la semana pasada, en su programa televisivo difundido por Canal América, con relación a la situación Política que está viviendo la hermana República de Honduras.

Muchos argentinos tuvieron la posibilidad de verla y escucharla decir, señora, que “no le importaba para nada lo que ocurría en ese país hermano”. Desde luego que soy respetuoso de las opiniones de todos, incluyendo obviamente la suya, pero ello no impide tener presente que el simple uso de la palabra puede resultar agraviante e inclusive llegar al extremo de constituir un delito penal, como lo prueba la existencia de los delitos de calumnias e injurias previstos en nuestra legislación. Lo dicho es al solo efecto de dejar en claro que el uso de la libertad que ejercemos al expresarnos —ya sea para decir lo primero que se nos viene a la cabeza o una firmación previamente meditada—, puede tener consecuencias jurídicas.

Mucho más aún cuando son proferidas por personas ampliamente conocidas como es su caso, y por medios masivos de comunicación que llegan a millones de personas. En este caso, usted expresó —y volvió a ratificarlo un par de días más tarde en su mismo programa y ante otro panel de invitados— que “no le importa lo que ocurre en la República de Honduras”, mientras que la comunidad internacional, los organismos internacionales y la opinión pública en general coinciden en afirmar que el Presidente Zelaya, de Honduras, elegido en forma absolutamente democrática, fue derrocado por un golpe cívico-militar.

Sentí vergüenza ajena al escuchar sus palabras, así como una profunda desazón por la actitud de los invitados al programa ese día -todos ellos políticos que el día anterior habían sido votados por muchos argentinos-, quienes, como toda respuesta, sonrieron ante su exabrupto, denotando al menos complicidad. Me pregunto, como argentino y latinoamericano, y le traslado la misma pregunta, si sus expresiones acerca de la realidad de Honduras ¿debemos tomarlas como una muestra de ignorancia acerca de la historia o -por el contrario- si fueron formuladas con pleno conocimiento de los hechos? Me gustaría creer que su opinión sobre el tema tiene como causa una profunda ignorancia de la historia. Sin embargo, no hace falta ser un experto, basta con ser algo curioso —usted da a entender que lo es— para entender sobre el proceso de formación de los países en el continente americano, y coincidir acerca de las causas que imposibilitaron constituir una patria grande, como soñaban San Martín y Bolívar. En esas mismas razones podemos encontrar las respuestas sobre la reiterada desestabilización e interrupción de procesos democráticos en los países latinoamericanos. Una triste y repetida historia de golpes de Estado, seguidos de cruentas dictaduras, torturas, genocidios y desaparición forzada de personas, dando por resultado todo tipo de violaciones a los derechos humanos.

Le anticipo y le ahorro, señora Legrand, la tentación de querer descalificar esta carta, apelando a categorías políticas nacidas en la Asamblea Legislativa de Francia en 1791, ya que la presente no tiene como sustento una cuestión puramente ideológica.

Cuando se viola la ley, cuando se desconoce la voluntad popular, cuando se derroca un presidente votado por la mayoría del pueblo, la condena a esos hechos no es ni de izquierda, ni de centro, ni de derecha. Es lo mismo que el encuadre legal sobre un Estado que secuestra, mata o hace desaparecer personas. Tales delitos son de lesa humanidad, cualquiera fuera la posición ideológica que cada uno sustente.

Harina de otro costal es que, en general, los reaccionarios tiendan a justificar tales aberraciones. La importancia que tiene preocuparnos sobre la suerte de los procesos democráticos en América Latina es la de construir un reaseguro para todos los pueblos del continente. O al menos, de quienes aspiramos a vivir en países donde la democracia no sea una mera formalidad, sino un instrumento de cambio para lograr sociedades más igualitarias, más justas y más libres. Si no hubiese existido esa preocupación por parte de varios mandatarios de la región, casi seguro que Evo Morales, el presidente de Bolivia, habría sido derrocado.

Bueno es recordar que dicho presidente fue elegido por la gran mayoría del pueblo boliviano. Mantener la democracia y la legitimidad de los gobiernos de nuestra América Latina no es una cuestión menor. De esa manera, entre otras cosas, honraremos a los miles y miles de muertos que lucharon por patrias más justas, más solidarias, contra la ignorancia, la pobreza y la desigualdad. Si nos desentendemos de la suerte que corren nuestros pueblos hermanos de Latinoamérica, ofenderemos además y muy gravemente al Padre de la Patria.

El sueño del General San Martín fue el de una América Latina unida, una Patria Grande. Se rehusó a pelear contra sus hermanos, pero ofreció volver a pelear cuando ingleses y franceses realizaron el bloqueo en el Río de la Plata, iniciado en 1845. Sería bueno intentar entonces, señora, ser coherentes. Y para ello, no creernos que resulta suficiente con ponerse la escarapela cada 17 de agosto, para demostrar qué tan argentinos nos sentimos ese día. Nuestro General San Martín seguramente estaría hoy peleando por la restitución del Presidente elegido por el pueblo hondureño y del lado de todos los Presidentes americanos que desean luchar por ese objetivo.

Espero que lo hasta aquí dicho la invite a interiorizarse un poco sobre la historia y la ayude a reflexionar sobre las opiniones que ha estado vertiendo públicamente durante estos días pasados.

Ahora bien, si nada de lo que expresara en esta carta constituyera una novedad para usted, de modo que sus opiniones sobre la grave situación de Honduras hubieren sido el fruto de una posición política tomada, entonces habré perdido en vano mi tiempo escribiendo estas líneas.

La saluda atentamente,

Daniel Eduardo Gilibert*

* Que, obviamente... no es el de la foto :)


Una recomendación adicional: miren éste video si no lo vieron. Nunca escuché a tan poca gente en tan poco tiempo decir tantas idioteces (ej: "la gente tiene miedo de hablar por teléfono [...] yo escucho ruiditos en el teléfono". Yo no lo había visto, me enteré gracias a Mauri que lo posteó.



Fuentes:

Imágen:
http://www.peorparaelsol.com/wp-content/uploads/2009/02/luis-aguile.jpg

Derek dice:
http://derekdice.blogspot.com/2009/07/almuerza-con-nosotros.html
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5 comentarios:

  1. lei la carta anteriormente, y me lleno de satisfaccion.

    por la difusion carajoe ! yo la mande en cadena ...entre ellos a muchas doñas rosas que por hoy me estaran odiando

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  2. No Martín, no son idioteces, son pelotudeces.
    Honremos al negro Fontanarrosa con las palabras.
    Un abrazo.

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  3. Y si Fede, hay que difundir...
    ¡Saludos!

    Ricardo: tenés toda la razón del mundo, el negro Fontanarrosa nos enseñó el valor de la "T". Realmente una pelotudez atrás de la otra.
    Y nadie hace nada. Y tampoco nadie se cansa, sinó que parecen querer consumir mas y mas cada vez... preocupante.
    ¡Saludos!

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  4. Entonces no ha sido en vano Martin, yo no la habia leido y me identifica completamente. Estaba llena de bronca y da gusto ver que alguien logro canalizar esa impotencia en inteligentes palabras.
    Me copio de Fede y reenvio.

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  5. ¡Me alegro de que haya servido!
    Saludos.

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Muchas gracias por comentar.
Se agradece evitar la violencia al expresarse.