viernes, 22 de abril de 2011

Que poquito, Mario

Indudablemente, Mario Vargas Llosa es un excelente marketinero, más allá de sus capacidades literarias -que no discuto porque admito que desconozco. Armó un gran show, ayudado por la efervescencia de los medios antioficialistas y de la oposición, que le pone fichas ya a cualquier cosa con tal de sumar adeptos, y todo lo que hubo antes de la presentación en la Feria del Libro resultó ser pura espuma, y el desenlace, un discurso lavado y muy cuidado.


Pero a mi lo que me importa, fundamentalmente, es el costado político de Vargas Llosa. No porque sea ese el terreno en el que mejor se desenvuelve, sino porque él decide jugar en ese terreno. Y en el mismo, Vargas Llosa acusa una ingenuidad increíble, tanto que por momentos parece absurdo que discutamos de política en estos términos. No obstante, me parece que es interesante hacer una lectura profunda del pensamiento político que Vargas Llosa vierte en la nota de hoy de Página/12, que es una verdadera “radiografía de un liberal”, como puede leerse en la edición impresa del diario. Y me parece interesante, porque el escritor cae en lugares comunes de nuestro espectro republicano autóctono, que puede ser más o menos progresista, más o menos derechista, pero que no puede salir de dos o tres principios muy básicos y vulnerables.

El primer punto que me interesaría analizar es el de la conversión de Vargas Llosa, que a su vez es para mí el menos interesante. Tomo, entonces, una primera porción de la entrevista del diario Pagina/12:

–¿Usted hizo un click en sus ideas políticas de un momento a otro?
–No. Un click de un momento a otro nunca, creo. Ha sido un proceso (…) creo que se inicia a mediados de los años ’60, en relación con Cuba, básicamente. (…) empecé a tener ciertas dudas, pero no me atrevía a hacerlas públicas. La primera duda seria que yo tengo con la Revolución Cubana es cuando la Umap, las unidades militares de apoyo a la producción, un eufemismo para campos de concentración. (...) dónde metieron a gusanos, a criminales comunes y a gays. Para mí eso fue una experiencia muy chocante, yo no lo esperaba. Conocí a bastantes de los jóvenes que fueron a los campos de concentración. (… ) Otra experiencia que resultó confirmatoria y mucho más importante para mi evolución fue el apoyo de Fidel a la invasión de Checoslovaquia, cuando la invasión de los países del Pacto de Varsovia.


Estas primeras declaraciones del escritor peruano confirman su gran ingenuidad, si no incoherencia. ¿Es que, acaso, no hay experiencias comparables desde el mundo liberal? ¿No se ha torturado, asesinado, encarcelado, invadido países en nombre de la libertad de mercado, de la democracia y el Estado de derecho? ¿No fue, acaso, Vargas Llosa quien apoyó abiertamente la invasión de Irak, diciendo que los iraquíes estaban “felices” con la intervención de EEUU y sus aliados?
La pregunta es, entonces, que le hace pensar a Vargas Llosa que una idea utópica (el comunismo) puede derivar en errores y atrocidades pero otra utopía (el liberalismo) no habría de hacerlo. Si en algo se parecen el comunismo y el liberalismo es en su visión claramente idealista del mundo, pero a la vez ingenua del ser humano. Y el resultado, en ambos casos, ha confirmado que el ser humano puede pensar radicalmente diferente, pero que sus vicios son generalmente los mismos. Es lógico que Vargas Llosa (o gente con el pensamiento similar al suyo, en nuestro país) no puedan comprender lo que denominan experiencias “populistas” como el peronismo. El peronismo en Argentina, o el chavismo en Venezuela por ejemplo, o mismo el kirchnerismo como variante peronista del siglo XXI en Argentina, son experiencias mixtas, que no tienen una utopía de base, sino principios definidos como la justicia social o la soberanía económica, pero que en el camino de lograr cumplir esos principios han sido pragmáticas, coherentes con su tiempo, con la realidad que han debido enfrentar y por supuesto en ese camino de aciertos y pifiadas se han tenido que manchar de barro (pero, afortunadamente, no de sangre).

Luego, hay un pequeño fragmento de la nota en el que Vargas Llosa debate con el periodista acerca del apoyo de Friedman y Hayek a Pinochet.

–Pinochet no apoyó el liberalismo político, pero Friedman y Von Hayek apoyaron la dictadura de Pinochet.
–No, no. Apoyaron la política económica, pensaron que la política económica era la buena, pero nunca apoyaron la dictadura de Pinochet, nunca apoyaron los crímenes, nunca apoyaron la desaparición de un Congreso, de elecciones libres (…)

–¿Esas reformas se podrían haber introducido en 1973 sin dictadura?
–Deberían haberse introducido en democracia. Esa es la postura de un liberal. Un liberal es un señor que cree en la libertad y que cree que la libertad es indivisible, que no se puede dividir la libertad política de la económica.


Este intercambio también es interesante porque revela un hueco importante en el liberalismo utópico de Vargas Llosa, que luego confirmará con una experiencia vivida en Perú. Para Vargas Llosa el límite de la libertad está mucho más cerca del mercado que de las libertades individuales. Se supone, jamás un liberal podría justificar sólo una parte del paquete “indivisible” del que el habla –es decir, libertades en el plano económico y también social o político-, y la política económica de Pinochet fue impuesta por una dictadura además apoyada por los Estados Unidos. El pueblo de Chile no había elegido a Pinochet, y tampoco había elegido ese camino sino prácticamente el contrario, con la elección del socialista Salvador Allende. Entonces, la pregunta es ¿pesan mas las “libertades” económicas que la libertad de un pueblo de elegir sus representantes? ¿Justifica la destitución de un gobierno electo libremente por un pueblo el hecho de que no estén garantizadas esas presuntas libertades económicas? Vargas Llosa va a estar cerca del sí en un momento de la entrevista, mas adelante. Incluso aquí puede leerse entre líneas: el periodista dice “podrían haberse introducido”, y el responde “deberían haberse introducido”.

Aquí viene lo que me parece la pisada de palito mas clara de Vargas Llosa en la entrevista, transcribo:

–Roosevelt les decía a los ciudadanos que apelaba directamente a ellos para explicarles que el Senado y los bancos no lo dejaban resolver la crisis.
–Pero bueno, está bien... El Senado y los bancos en ese momento no lo dejaban gobernar. A veces es bueno no dejar gobernar a los políticos si hacen malas políticas, ¿no es verdad?

–¿Y en ese caso era bueno?
–No hablo de hacer revoluciones, pero sí de que existan una democracia y unas instituciones que permitan frenar las malas leyes. Por ejemplo en el Perú, en la época de Alan García, nosotros conseguimos parar una medida, que para mí era el final de la democracia: la nacionalización de los bancos. Y la paramos en democracia, sin hacer nada sedicioso, mediante manifestaciones y actos públicos. Y al final conseguimos que esa ley, que era una mala ley que podía acabar con la democracia en el Perú, no prosperara, diera marcha atrás y no hubo ningún muerto, ningún preso.


Varias cosas. La primera, “a veces es bueno no dejar gobernar a los políticos si hacen malas políticas” es toda una declaración. O bien Vargas Llosa no entiende el sistema democrático representativo, o bien no es tan liberal como dice ser. Una revuelta, popular o no, contra un gobierno electo no cumple con el principio inobjetable del peruano de la libertad política. La libertad política se ejerce en las urnas, incluso en una protesta, pero nunca debería traducirse en “no dejar gobernar a los políticos”, hay una diferencia notable entre discutir, crear conciencia, confrontar y “no dejar”. Incluso no hay mucha distancia entre esto y un nostálgico argentino de la dictadura, básicamente es uno de los principios de los que justificaron y justifican el proceso iniciado a mediados de los ’70 en el país. Y no digo con esto que Vargas Llosa apoye las dictaduras, sino que el peso de su posición extrema de libre mercado puede hacerlo desembocar en sostener procesos muy próximos al autoritarismo, como por ejemplo la invasión salvaje e injustificada a un país como Irak y la sustitución de su gobierno al gusto de la potencia invasora. Pero aún con todo esto, el escritor pasa por alto que fueron parte de la clase política misma y los bancos, nada más ni nada menos, los que según Roosevelt no lo dejaban gobernar ¿Qué tan confiable es delegar el derecho de dejar o no gobernar a un presidente en los bancos? ¿Los intereses de los bancos coincidirán con los de la sociedad toda? ¿No es un poco inocente lo que comenta Vargas Llosa? Incluso, luego respecto a la experiencia en Perú, comenta: “nosotros conseguimos parar una medida, que para mí era el final de la democracia: la nacionalización de los bancos.”. Nótense dos cosas, “nosotros” y “para mí”. Es decir, Vargas Llosa cuenta que cierto grupo (¿Quiénes? ¿Los bancos también?) de personas consideró que nacionalizar los bancos podría ser el fin de la democracia, entonces se manifestaron y consiguieron que un presidente electo, que es la voz representante del pueblo, no pueda tomar una decisión. ¿Cuál es el límite entre esto y una revolución? ¿Qué tan democrático es que ciertos grupos de poder, con intereses muchas veces muy diferentes a los del ciudadano común, interesados y dotados de capacidades superiores a las que tiene un gobierno –básicamente dinero, medios de difusión- forme parte de ese grupo que enfrenta al poder político, que representa al pueblo?

Luego, hablando de Keynes, la crisis y el intervencionismo, reincide en contradicciones:

–En cierta medida, y siguiendo su frase de que nada se puede aplicar de manera automática, los países más importantes de Sudamérica estaban en una situación parecida a la que usted describe. Y en los últimos años resolvieron su tremenda crisis con mayor intervención estatal.
–Hay circunstancias en que ningún liberal va a rechazar una cierta intervención del Estado a partir de ciertos consensos democráticos, por supuesto. Sin ninguna duda, ¿no es verdad? En esta última crisis terrible, por ejemplo...


Es decir: el liberalismo es la solución a todos los problemas. Pero cuando aparecen problemas -¿Cómo? ¿El liberalismo no es la solución a todos los problemas?- está bien que el Estado intervenga para evitar que el sistema macroeconómico colapse. Mientras tanto, que el Estado intervenga para evitar que un individuo colapse, que su situación individual sea injusta, excluyente o que incluso su vida esté en riesgo, eso es inaceptable. El liberalismo tiene estas cosas, es despiadado a veces sin saberlo o sin quererlo. Y es injusto. El Estado debe estar siempre, pero fundamentalmente para intervenir a favor de los que no tienen defensa, no de los que siempre han tenido el poder y se han aprovechado incluso de las crisis, como los bancos en la última crisis de los EEUU, o en la crisis argentina del 2001.

En ese contexto, el periodista le pregunta sobre su posición ante la crisis de 2008/2009:

–¿Y usted qué decía?
–Yo estaba en la confusión total, y creo que ahí se necesitaba un tipo de conocimiento técnico de la magnitud de la crisis y de las consecuencias para tomar una decisión. Yo carecía de eso y simplemente, como sobre muchas otras cosas, lo que he declarado es mi perplejidad.


Lo cual se puede leer así: el liberal sostiene fervientemente que el liberalismo económico es inobjetable e indiscutible. Pero ante una crisis, causada por el propio liberalismo económico, no sabe como actuar. Es como si una empresa dedicada a fabricar hardware vendiera su producto como el único verdaderamente infalible, y ante una falla, que en principio no debería haber sucedido, no supiera como repararla.

A continuación, el periodista le pregunta como puede considerar a Lula como modelo, cuando el brasileño modificó la línea neoliberal de Cardoso. Este es un fragmento del intercambio:

–Usted habló de Lula como modelo. Su estrategia fue de intervención fuerte del Estado.
–No tan intervencionista gracias a que el anterior presidente fue Henriquez Cardoso. Las grandes reformas que ha aprovechado Lula las hace Cardoso. El es el gran estadista.

–¿Fernando Henrique Cardoso?
–Sí.

–Pero Lula no representó la continuidad respecto de Cardoso sino la ruptura.
–¡No, no, no! ¿Cómo? ¡Qué horror, qué injusticia! ¡Qué dices!


La realidad lo supera a Vargas Llosa. Ayer mismo salía esta nota en Infobae, en la que Lula comentaba de Cardoso:

"no quiere aceptar que el PT va a cambiar definitivamente la cara de Brasil"
(El PSDB) "adolece de fragilidad ideológica y atraviesa una crisis de identidad".


Malas noticias para el peruano, pareciera que Lula no es tan liberal ni está muy de acuerdo con la ideología noventista de Cardoso y de él.
Y se salvó de la pregunta sobre Menem y De la Rúa, que el periodista no quiso o no llegó a formular, porque hubiese sido divertido leer la justificación de cómo los Kirchner tomaron la maravillosa herencia del noventismo y la constituyeron en el pilar de la estabilidad económica y el crecimiento sostenido que la economía nacional viene registrando.

Da la sensación, con esta entrevista, que Vargas Llosa nos vendió humo –siempre hablando del plano político- y que sus discursos sobre política, libertad, populismo y democracia no pueden ofrecer mas que dos o tres lugares comunes que no nos resultan nada novedosos., ya tenemos a Mirtha Legrand, a Macri o al vecino cacerolero para eso. Como decía al principio, el peruano nos vendió caro un producto muy pobre gracias a sus habilidades marketineras. Quizá por eso es un ferviente defensor del liberalismo de mercado.


Fuentes:

Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-166793-2011-04-22.html

Infobae
http://america.infobae.com/notas/23485-Lula-Tendremos-20-anos-de-gobiernos-del-PT

Imagen
http://www.elchiguirebipolar.net/wp/wp-content/uploads/2011/04/Vargas-Llosa.jpg
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