miércoles, 10 de febrero de 2010

La horrible, horrible incertidumbre

Hay algo que muchos de los opositores (incluidos los autodenominados independientes) no nos entienden a los oficialistas. Bah, a decir verdad, no nos entienden muchas cosas, pero hay una de ellas que es preocupante porque los días pasan y se acerca 2011. Y yo insisto con éste tema, pero nadie de la oposición se acerca para despejarme un poco la duda. Raro, teniendo en cuenta de que la oposición es mas grande en volumen que el oficialismo, evidentemente.


Una de las cosas que nos preocupan a muchos oficialistas es la incertidumbre sobre el país que quiere la oposición. Digamos que los oficialistas tenemos bastante claro lo que queremos para el país, mas allá de los matices porque no todos pensamos igual, incluso dentro del oficialismo, por supuesto. El problema es que no estamos debatiendo el tema de la oposición, o, al menos, que la oposición no deja muy claro que es lo que realmente quiere.

Claro que, ante todo, habría que definir que es “la oposición”. Actualmente la oposición no es un bloque homogéneo sinó mas bien todo lo contrario. Y deslumbrada por la política 2.0 de los medios y por la coyuntura del negocio de ser anti kirchnerista, empieza a crear un Frankestein (para simplificar, porque todos sabemos que Frankestein no es el monstruo) que podría revelárseles cuándo ya no haya mas kirchnerismo que putear.

El episodio de Cobos demuestra que para seguir vivo en el negocio de subir en las encuestas hay que ser mas anti oficialista que nadie, aún cuándo puedas estar ideológicamente no tan lejos. El que lo entendió claramente es Solanas, que tuvo su premio el 28 de junio del año pasado. Carrió lo hace de rebote: ella siempre fue anti todo, por ende en estos momentos de anti política resurge la figura de Elisa, que en 2007 uno suponía acabada para siempre. En fin, el punto es que la pantalla se comió a la política y literalmente la farandulizó, y es tremendo que uno diga algo así de tipos con un discurso que en algunos puntos parece (parecía, en mi caso) atendible, como el caso de Pino, pero no queda otra opción: los hechos lo confirman.
Y cuándo digo la pantalla, hay una palabra que está oculta pero que juega un enorme rol en todo esto y es la demagogia (creo que si algo no le van a poder decir a éste gobierno es demagógico, no hubo gobierno que se pusiera mas firme y hasta terco con sus medidas y sus convicciones que el de éste peronismo oficialista). Lo peor, en tal caso, es que se trata de una demagogia intangible. No se trata de dar lo que el otro quiere o necesita, sinó de decir lo que el otro quiere oir. Pero no se puede vivir del aire, algún día caes en la cuenta de que estás famélico.

En el peor de los casos para nosotros, o el mejor para los opositores, en 2011 vamos a tener un gobierno no “kirchnerista” (yo diría no peronista). Está claro: cuándo hablo de “peor” siempre lo hago entendiendo que no hay nada mejor que la democracia. Y por eso a todos nos tiene que importar que a ese gobierno que venga le vaya lo mejor posible.

Que a un gobierno le vaya bien muchos lo entendemos de un modo y calculo que muchos lo entienden de otro modo. En mi caso al menos, creo que a un gobierno le va bien cuando garantiza mejoras para la comunidad, y cuando hablamos de comunidad fundamentalmente hablamos del tipo de a pie, porque –y tomando de algún modo las propias palabras del tan alabado Lula Da Silva– la política se hace para eso, se hace por los que necesitan de la política.

Es sabido y repetido hasta el hartazgo por nosotros el tema de las mejoras sociales que va a ser difícil que una vez terminada la gestión “K” se le puedan negar, incluso con el cuento de los indicadores “reales” vs. los del INDEC. Del 2003 a la fecha hubo avances notables en cuanto a la creación de empleo, las mejoras salariales y de la situación laboral –blanqueo, ley de pasantías, etc.-, jubilación, presupuesto educativo, etc. Ni siquiera los indicadores privados niegan ésta realidad, y lo del viento de cola puede ser una buena excusa para los Duhalde (que dejaron la cola del avión prendida fuego), pero la verdad es que no existen siete años de viento de cola.
Esas mejoras son tangibles, o dicho de otro modo mas directo, se va a notar mucho si se cortan de raíz. La matriz que deja el kirchnerismo es una matriz bastante sólida en lo social. Hoy algunos pueden negarlo, no son momentos de racionalidad precisamente. Pero tarde o temprano van a tener que mirar los balances.

Por un lado, uno lee las críticas por izquierda y siente que la historia es ya conocida. Las fuerzas de izquierda proponen cambios radicales que no parecen seducir a la población, siguen estando pulverizadas y aún de llegar al poder tendrían una enorme presión externa e interna, mucho mayor que la de la actual gestión, con lo que lo poco que dejan vislumbrar por ese lado suena kamikaze.

Por el otro la cosa es peor. Empiezan a aparecer “soluciones” aisladas que –usualmente poco fundamentadas– no explican los efectos colaterales o desajustes que podrían involucrar. Se habla ya de bajar el gasto público –quizá el macrismo es el que mas se ha sincerado al respecto–, de enfriar la economía, de liberación de exportaciones, del FMI e incluso hasta de devaluar para dar “competitividad”. Algunos vienen por lo que perdieron en 2001 (o, más bien, en mayo de 2003). Otros, tienen que hacer la tarea y decir lo que sea mas amigable con el público encolerizado o los medios que, a fin de cuentas, construyen la imagen. Carrió, por ejemplo, demuestra claramente como uno puede mutar de ideología con suma facilidad dependiendo de quién esté en el poder.

Uno se pregunta como van a hacer para mejorar la tasa de desempleo bajando el gasto público (o sea, recortando, la vieja excusa de los “ñoquis” que ya sabemos como funciona y en que termina). Como van a financiar al Estado eliminando impuestos a grandes productores o grandes empresas. Como van a evitar que el incremento en la demanda y el precio internacional de algunos commodities como la soja disparen el precio de los alimentos y/o desplacen a otras actividades. ¿O van a incumplir sus promesas para con los sectores que les dieron el lugar que necesitaban? ¿Cómo van a conformar a todos: el campo, la industria, el sector financiero, el comercio, la Iglesia, los capitales internacionales, a Clarín, a los empleados públicos, los del Estado, los jubilados y hasta los fondos buitre?

Y si no conforman a todos, ¿Qué van a hacer? ¿Cómo va a sobrevivir el gobierno que venga si no puede controlar a Frankestein?

El tiempo pasa y no para. La oposición sigue en la nube de pedos de los egos. Sale Reutemann a gritar y se arma un alboroto incomprensible. Aparecen personajes con prontuario como Barrionuevo pero ya nadie se sonroja, porque hasta De la Rúa puede salir y hablar de lo que le chafó Duhalde. Duhalde se cree el mejor y más peronista candidato de la historia. Menem, en su mundo, sigue pensando en candidatearse a presidente hasta la muerte. También aparecen Solá y Binner jugando a las escondidas y saliendo cada tanto como el ex piloto santafecino. Cobos hace la plancha pero empieza a hundirse. Carrió no para de denunciar. Solanas casi igual, cada día se parece mas y prioriza su postura anti K que le permite no dejar ver demasiado el presunto plan de gobierno que, si lo expresara mas claramente como hace Pitrola, espantaría a mas de un clase media. Macri confiesa no saber ni por que veta, ni por que adelanta las elecciones, ni por que eligió a Posse o al Fino Palacios, no entiende, balbucea y entre todo eso mete un “reducir el gasto” o “privatizar”. Pero nadie se sonroja, claro. De Narváez ve la oportunidad también, y planea hacer la del Mono Navarro Montoya, pero anhelando que a él le salga bien. Incluso aparece Alfonsín II en la escena, que cada día se parece mas al padre y habla mas como el padre, pero que no se sabe si piensa como el padre, si tiene la misma concepción de la economía que el padre, si es tibio o si es mas caliente que el padre o si piensa reflotar el plan Austral. No se sabe nada de nadie, sólo se ven desfilar caras, lucha de egos y de vedettes que hacen que el gobierno, aun con todos los errores y los exabruptos, siga siendo el único que puede decir “y bueno, pero nosotros planteamos y hacemos esto”.

El Frankestein de la oposición está cada vez más cerca de despertar. Lo alimentaron demasiado, lo siguen alimentando demasiado y el tipo se hace fuerte. Tiene parches por todos lados, no se sabe si pega con la derecha o con la izquierda, o si es ambidiestro. No se sabe si es verde, azul o gris. No se sabe ni siquiera que piensa hacer cuándo se despierte. Y a diferencia del monstruo de las películas, éste sí asusta.