viernes, 9 de noviembre de 2012

Algunas reflexiones sobre el cacerolazo anti-oficialista


La verdad que no sabía si escribir algo al respecto, pero me parece que vale la pena que haga algunas anotaciones sobre cosas que vi hoy y que me llevan a reflexionar sobre algunos puntos o ítems que surgen de lo visto. Por supuesto, algunos podrán estar de acuerdo con lo que digo, otros no, y está bien.


Primero: Tal y como varios, como Gerardo Fernandez por ejemplo, han advertido, ésta protesta es básica y fundamentalmente una manifestación de crisis de representatividad de parte de la población argentina. El resultado de las elecciones fue insatisfactorio en muchos sentidos para el sector opositor del pueblo argentino: realmente había personas convencidas de que el año pasado el oficialismo ni siquiera superaba el techo del 30% y que era inminente la desaparición del kirchnerismo. Eso no fue así, pero para colmo de males el resultado de las elecciones fue calamitoso para la oposición. Los votos opositores sufrieron una gran fragmentación y no surgió una figura opositora fuerte ni una agrupación política fuerte que pueda representar a las personas descontentas con el gobierno.
El problema de ésta marcha o protesta es que no puede tener resultados positivos porque requiere una refundación de los partidos políticos que la reforma política no puede hacer por sí sola. Y que la dirigencia opositora no está dispuesta a promover ni el sector de la población que protestó está dispuesto a pedir explícitamente ni mucho menos participar en forma directa en esa reforma (léase: militando). La fragmentación es cada vez mayor, se arman monobloques, los que se juntan penden de un hilo y da la sensación de que en poco tiempo estarán peleados, etc, etc. A río revuelto, ganancia del oficialismo, que mal o bien tiene una cierta estructura que lo contiene. Digamos que, en el peor de los casos, es algo así como el año 1999, con la diferencia de que ya nadie va a votar a una Alianza, casi seguro. Y que la pobreza y la desocupación son temas que no están en la agenda opositora porque han mejorado sustancialmente, a pesar de aún estar lejos de lo óptimo.

Segundo: Además de un indicador de la crisis de representatividad, el cacerolazo es, también una expresión de descontento con la democracia y específicamente con la continuidad de éste gobierno. Algunos manifestarán que no quieren la discontinuidad y podrán ser más o menos sinceros. Pero cuándo esas personas dicen, simultáneamente, que no esperan demasiado del gobierno o directamente nada, entonces quedan dos respuestas: o no saben por que fueron, o no quieren que el gobierno continúe. Ir a reclamar por algo que se cree que no será escuchado es una pérdida de tiempo. Eso no quiere decir que el gobierno sufra el más mínimo riesgo de ser destituido por esto o algo por el estilo. Tranquilos, que no pasa nada. Tampoco es un espejo de que la sociedad se haya vuelto mas opositora que en octubre de 2012, ya había varios millones de personas sólo en la CABA y el GBA que pudieron estar hoy en el obelisco que habían dicho que no al gobierno. Puede haber algunos nuevos opositores, pero también puede haber algunos nuevos oficialistas, eso no lo sabemos con certeza y difícilmente lo sepamos hasta, al menos, fines de 2013.

Tercero: Comparado con el verano de 2008, esto es un juego de niños. Y, además, las cartas están echadas y cada uno sabe quien es cada quien. La confusión es menor que entonces, cuándo inclusive el gobierno se estaba desayunando que Clarín pasaba a ser un conglomerado de medios opositores. Hoy las posiciones políticas son más claras y definidas, para desgracia de muchos, especialmente de la prensa y algunos dirigentes políticos que prefieren la neutralidad como bandera.

Cuarto: La Argentina tiende al tripartidismo y la oposición, si sabe leer el cacerolazo de hoy, tiene que acelerar los trámites para que esto pase. El oficialismo tiene algo más o menos armado, con una base electoral de un 30% aproximadamente que parece bastante estable y que alguien va a querer capitalizar. La oposición tiene el dilema (entre tantos dilemas) de que en Argentina los ejes son al menos dos, y tenemos cuatro cuadrantes básicos que combinan peronismo y antiperonismo con izquierdas y derechas. Si bien muchos postulan (a mi juicio, con buen tino) que el eje peronismo-antiperonismo es más fuerte que el de izquierda-derecha, el punto es que éste último eje también juega en la política nacional: Binner nunca se va a aliar con Macri, porque a diferencia del voto realmente socialista o marxista, el voto progresista en Argentina no es despreciable o marginal. Y dado que el ala menos progresista del peronismo está fuera del partido peronista gobernante, es natural que al menos tengamos tres facciones: el oficialismo como peronismo progresista, un partido opositor de centro-derecha aliado a los sectores peronistas no kirchneristas y un partido progresista pero sin componente peronista y de base socialista-radical, como sería el FAP+UCR. Es casi seguro que el futuro nos depara algo por el estilo. Si habrá cambio de manos de la identidad política del gobierno, es decir, si ganará el oficialismo o la oposición, eso depende mucho de cómo jueguen los oficialistas que miden bien como Scioli o Massa. La oposición tiene muy poco para jugar, apenas Binner y Macri que, al día de hoy, no parece que vayan a despegar en tres años y que van a tener muchos problemas para proyectarse como presidenciables en tanto casi todas las provincias están gobernadas por gobernadores oficialistas o afines y éstos (es decir, el PRO y el socialismo) carecen de estructuras incluso en el propio GBA, dónde se ganar es casi ganar una elección nacional.

Quinto: Vi 6-7-8, luego de bastante tiempo. No quería verlo, porque me parecía realmente en vano cubrir una protesta en la que más o menos ya se conocen las consignas y mucho mas en vano, y hasta desubicado, mandar a periodistas sabiendo que la gente que está ahí no destila paz y amor precisamente. Pero lo vi. No obstante, me sorprendió por momentos la capacidad de discusión pacífica que tuvieron en ese contexto tan espeso algunas personas de la propia protesta con la periodista, que hizo lo que pudo –y bastante bien- en un lugar muy incómodo e, insisto, innecesario. También hubo energúmenos, era inevitable. Lo evitable era ir. Si estuvieron bien o mal en hacerlo, es difícil sacar una conclusión que no sea injusta, dado que decir que estuvieron mal también invalidaría a todos aquellos que expresaron sus inconformidades e incluso justos reclamos, y hasta pedían que los medios oficialistas vayan a cubrir su protesta.

En fin. Espero vuestras impresiones sobre el asunto…