jueves, 18 de julio de 2013

Scioli y la herencia del kirchnerismo






Hay una serie de cuestiones que, me parece, son muy claras, sobre las aguas siempre revueltas e inciertas en que navega la política, tanto a nivel mundial como –y posiblemente mucho más– a nivel nacional.

El surgimiento de Massa como figurita del momento viene a confirmar un par de cosas que algunos sostenemos hace rato: la relevancia de los medios en la construcción (o destrucción) de la imagen, la falta de oferta opositora por fuera de lo que es ó fue alguna vez oficialismo y la casi certeza de que 2015 implica un giro a la centroderecha, reflejado este último punto en la sostenida primera posición de la famosa “inseguridad” en la lista de preocupaciones de los argentinos desde hace ya varios años.

En definitiva, la sociedad argentina post-“kirchnerazo” es una sociedad que aun tiene carencias, pero que en una gran parte, los que ya lograron más o menos acomodarse lo que están haciendo es dar gracias por los servicios prestados, lo cual resulta bastante previsible. Y muchas de las personas que la conforman no hicieron más que votar lógicamente en 2011, lo cual explica por qué Cristina ganó hasta en el interior de la provincia de Buenos Aires o en provincias con gobiernos fuertemente opositores. Pensar que es porque el 54% de los votantes sienten un inmenso cariño por Cristina y Néstor es mentirse, la realidad es que la mayoría eligió a quien le inspiraba más confianza y seguridad para conducir el país.

Todo esto, sumado a que la reforma constitucional es técnicamente imposible –además de ser inconveniente en un contexto social tan virulento– y la re-reelección de Cristina también lo es, confirmado esto por la propia presidenta en repetidas oportunidades, definen un poco el perfil del heredero del kirchnerismo.
El kirchnerismo, como buen peronismo del siglo XXI que es, tiene en su interior una composición bastante heterogénea. No todos los kirchneristas piensan igual, esa idea simplificadora y hasta descalificadora es, en todo caso, patrimonio de los medios del grupo Clarín.

No todos pensamos como Barone, Forster o José Pablo Feinmann, que además, estoy seguro, tampoco piensan igual. Y no digo esto en desmedro de ellos ni en tono descalificador, en absoluto, son voces importantes dentro del kirchnerismo porque todas lo son, de hecho. Pero muchas veces, en lo personal, me he sentido disgustado por la línea editorial de algunos programas de TV o diarios afines, no necesariamente porque no entienda su visión de las cosas e incluso no las comparta parcialmente sino mas bien porque no comparto la forma de construir política, de ver a futuro, de jugar estratégicamente. Ni tampoco –mucho menos– por meternos a todos los oficialistas en la misma bolsa.

Dentro del campo popular hay quienes piensan al kirchnerismo desde la ética, hay quienes lo hacen desde lo épico, hay quienes lo hacen desde la centroizquierda, hay quienes lo hacen más bien desde la centroderecha, hay otros que lo piensan con las banderas fundacionales del peronismo, hay quienes lo piensan desde un fin puramente utilitario. Está claro que no son lo mismo Sabbatella, Urtubey, Mariotto, Estela de Carlotto o Insfrán. En fin, hay numerosos enfoques por dónde pensar al kirchnerismo o, más abarcativamente, al campo nacional y popular. Algunos, como es mi caso, creemos que el kirchnerismo, como peronismo de estos tiempos, tiene el deber de sostener los pilares que sostienen al campo popular: soberanía política, independencia económica y justicia social, para simplificar. Mal que mal, porque la perfección está sólo en los discursos de la extrema izquierda o del neoliberalismo feroz, el kirchnerismo ha enarbolado orgullosamente estas banderas durante diez años porque las llevó humanamente a la práctica.

La pregunta es, al menos para mí y algunos otros que quizá compartan aproximadamente mi visión: ¿Cómo se hace para al menos sostener un piso de lo logrado en estos diez años? ¿Cómo se hace para evitar que todo lo construido sea demolido al día siguiente por el mero odio o resentimiento de los que estuvieron en las sombras esperando y juntando bronca? Porque, déjenme decirles algo: esa es una constante en la historia política argentina.

Hay quienes piensan en una lógica de todo o nada, de redoblar siempre la apuesta, de que sostener el piso de lo conseguido es conservador e incluso de centroderecha. Y yo respeto esta posición, que existe dentro del campo nacional y popular, es más, es la predominante en la juventud militante y entre los más fervientes defensores del modelo. Pero pensado desde un lugar político un poco más realista, esa posición es más utópica que racional. Y puede ser contraproducente. 

Un cristinismo puro y duro triunfante en 2015 es difícil, pero mucho más complejo veo el camino de ese eventual cristinismo desde 2015 a 2019. Néstor y Cristina tocaron demasiados intereses, quizá no todos, quizá incluso no los más grandes y fuertes, pero tocaron muchos y no por nada fueron demonizados y convertidos en los peores ogros de la historia, lo cual, está claro –y el tiempo, creo, pondrá las cosas en su lugar– es una gran injusticia. Pero así son las ansias desmedidas de poder y la codicia, no conocen de límites morales ni de lo que es justo y lo que no. Hace unos días demostraron que hasta son capaces de meterse con un recién nacido solamente por portar un apellido que no les gusta.

Y lo que a mí me interesa como argentino, en resumidas cuentas, es que nuestro país siga el camino de integración regional, de recuperación de la industria nacional, de protección, contención e inclusión de los más desfavorecidos, de inversión en educación y salud, de una economía independiente y equilibrada, basada en el trabajo. Y creo, sinceramente, que nadie del riñón del kirchnerismo, nadie que vaya a cargar sobre sus espaldas con el peso de ser el sucesor de Néstor y de Cristina, tenga necesidad de romper con esos principios básicos porque quien gane con el sello del Frente Para la Victoria no tiene que congraciarse con nadie, su único deber será gobernar responsablemente y para todos los argentinos. O, dicho de otro modo, su deber será el de pacificar a las fieras y dejarlos en off-side, demostrarles que no tienen por qué preocuparse, que todos seremos amigos y nos pondremos de acuerdo en la famosas tres o cuatro cosas, todo ello sin abandonar los principios fundamentales que hacen al modelo kirchnerista un modelo inclusivo y que ha garantizado estabilidad durante diez años luego del tsunami de 2001 y de lo que las olas se llevaron por arrastre hasta 2003.

Por eso sostengo hace tiempo que uno de los sucesores naturales de Cristina –y ahí viene lo que para muchos es mala palabra– es Scioli. No quiere decir esto que no tenga unas cuantas diferencias con el ex motonauta, ni que sea mi candidato ideal, ni tampoco que sea el único posible sucesor. Pero está claro que el perfil va por ese lado porque la sociedad lo está exigiendo. ¿Podría ser Urtubey? ¿O Urribarri? Quizá, nadie dice que no. Pero está claro que el sucesor no puede ser un Carlos Kunkel, un Guillermo Moreno o una Diana Conti, con quienes quizá tengo más cercanía ideológica o, al menos, de cómo creo que la política es confrontación antes que “estar todos de acuerdo”. El problema –y por suerte– es que mi voto vale uno, al igual que el de todos los demás. Y la tensión es demasiado grande como para seguir sosteniéndola durante tanto tiempo.

Massa es un termómetro de lo que se viene. Claro que fogoneado por los medios opositores y el poder económico que no encuentran candidato que desbanque al kirchnerismo desde las antípodas: algo así como Capriles en Venezuela, le ponen las fichas al cambio preservando “lo bueno”, lo cual sabemos que posiblemente sea al revés de lo que creemos que debería significar.

Habrá que ver, entonces, que es lo que nos depara el futuro. Por el momento, con la jugada de Scioli de ir por adentro e incluso de exagerar su oficialismo ninguneando a todos los que le doraban la píldora y se fueron con De Narváez, y el apoyo de varios hombres con peso en el Gran Buenos Aires como por ejemplo recientemente se refleja en las declaraciones de Curto, siento que mi presentimiento de que es el mayor candidato a suceder a Cristina Kirchner en 2015 cobra más fuerza.

Pero claro, no todo está dicho. Más bien, aun nada está dicho.



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