¡Ah! si se gana...
Si se gana, quizá sólo por unas horas, quizá sólo unos minutos, vamos a tocar las nubes con los dedos y a empaparnos de la mas enorme de las alegrías. Si se gana será una descarga a tierra, un analgésico para aquel dolor profundo de estar ahogados en el fondo de un mar incontenible, de ser los nadies. Será el fin de aquella época -¡mirame como hablo!, como si ya hubiese pasado-, en la que no podíamos opinar, en la que eramos llamados al silencio. En la que teníamos que recibir los correos electrónicos de nuestros amigos -si, amigos, a pesar de las descalificaciones que justificarían algo mas que un reproche- y callarnos la boca, o enmudecer nuestros dedos. La época en que teníamos que tolerar en nuestros trabajos, en nuestros negocios, en nuestros lugares de reunión, en dónde vivimos y nos relacionamos, que nos humillaran. Muchas veces, que nos humillaran indirectamente humillando a otros, catalogando a los demás brutalmente, sin compasión, de ser algo que nunca habían (ni habrían) verificado, sin sospechar que estabamos del otro lado de la pared aunque nos pudieran ver con los ojos.
Si se gana, Tinelli habrá laburado en vano. Y eso me alegra.
Si se gana, algún agrogarca estará amargado. Supongo que mas de un agrogarca. Y también Rozitchner, o Fernando Iglesias. Mariano Grondona pondrá el grito en el cielo, cuando no lo veamos, cuándo esté en el baño y, en secreto, pierda la compostura y se entregue contra su voluntad a la furia de lo popular, al grito y a la puteada que ahoga en sus editoriales.
Si se gana, Clarín dejará de ser un grupo económico para ser silencio. Y eso, eso no tiene precio.
Esa es la venganza. Porque sí, porque somos vengativos.
Si se gana la luz va a ser mas brillante, la oscuridad mas seductora. Si se gana las sonrisas van a ser menos amargas. Lo cotidiano va a ser mas justo.
Si se gana vamos a descansar. Si se gana vamos a poder pensar un poquito mas, en días posteriores, en tomarnos unas vacaciones de los diarios y los programas de TN. Ojo, sin relajarnos. Sin dejar de luchar desde el lugar que podemos, desde el lugar que sabemos hacerlo mejor, o que nos dejan, o que nos dejamos. Pero aún así, va a ser como aquel día único en el año en que el viernes es el último día por mucho tiempo. Y los músculos se relajan y la cabeza descansa, y hacemos crucigramas o leemos libros de cuentos. Y vemos películas -todas las películas que no pudimos ver porque no teníamos ganas de verlas-.
Si se gana, la musica va a sonar mejor, y la que mejor va a sonar es la de bombos y platillos. Si se gana las plazas seguro van a explotar, van a explotar de alegría y de justicia (si es que se puede explotar de justicia, claro).
Si se gana Hebe va a estar contenta. Y yo también.
Si se gana muchos periodistas saldrán a gritar y vociferar, sabiendo que desde algún lugar pequeñito nos burlamos y nos reímos de ellos, enojados y crispados. Hablarán de fraudes, hablarán de clientelismo, de patotas, de mentiras, de estafas, de peronismo, de PJ, de aparato, del conurbano y sus barones. De Kirchner y Menem, aunque no hablarán, nunca jamás, de De Narváez y Menem. De Kirchner y Duhalde, aunque no hablarán, jamás, de De Narváez y Duhalde.
Los medios seguirán hablando, muchachos. Eso no va a cambiar. Sabemos que eso no va a cambiar.
Por eso si se gana y podemos volver a sonreir un poco mas relajados, con menos preocupaciones y miedos, vamos a tener que redoblar nuestros esfuerzos. Porque en la victoria uno se relaja. En la victoria uno suele confiarse y suele pretender que los problemas están solucionados. Lejos estamos de eso. Lo sabemos.
Aunque se gane las dificultades que se vienen son enormes. Quedarán un montón de problemas por resolver, independientemente del número de legisladores, si hay que negociar o no hay que negociar, habrá enormes batallas que librar, enormes ataques que resistir.
Tenemos la suerte, la fortuna de participar de un momento único de la historia de nuestra república. Algunos creen que realmente Kirchner o el kirchnerismo no son capaces de encabezar una transformación profunda. Algunos creen, por el contrario, que sí. Lo que a veces no se advierte es que no es el kirchnerismo Néstor Kirchner, ni es el kirchnerismo Cristina Kirchner, ni es el kirchnerismo Scioli, ni tampoco lo es Nacha Guevara, ni Andrea del Boca, ni lo es Heller ni Luis D'Elía. El kirchnerismo no es eso, el kirchnerismo es el sueño de los que hoy descansan soñando eternamente. Es el símbolo del sueño y la esperanza de años, de décadas y de miles de argentinos que hace mucho no están y de tantos otros que sí, pero que nunca soñaron que ese sueño, o que la posibilidad de soñar con ese sueño, se haría realidad. Es nuestro pedacito del sueño latinoamericano de caminar todos juntos, de ser independientes, de la igualdad y de la libertad, verdadera libertad. Que los argentinos sí puedan confrontar, que haya diferencias, que haya discusiones entre los argentinos. Pero no por el color de piel o la clase social. Que no se discuta con y de los extranjeros por transpasar unas fronteras que ni con una lupa se puede ver.
Tenemos la obligación, el deber de mantener vivo ese sueño. Ese sueño, que llamamos caprichosamente kirchnerismo, es un sueño mas grande -mucho mas grande- que un nombre, un partido o incluso que una clase social. El kirchnerismo es un punto de partida y ese es el legado mayor. Claro que es el legado mayor. Y es nuestra responsabilidad mantenerlo vivo. Es nuestra responsabilidad no rifar el futuro, no jugar con el presente. Es nuestra responsabilidad hacer que el proyecto crezca y que el kirchnerismo se transforme en un movimiento popular y nacional definitivamente. Tan grande que pueda abarcar a todos y cada uno de los argentinos. Incluídos aquellos que preferirían ser aplastados por ese colectivo con aroma a choripán, con cánticos y banderas, con ruido de bombos al que habrán de subirse el día menos pensado .
Si ganamos, esto es fundamental. Es un recordatorio que me escribo a mi mismo. Porque si ganamos podemos volver a cometer el error de creer que ya esta todo bajo control. ¡No señor! Nunca, jamás, el enemigo va a descansar. Jamás. Y como el enemigo nunca va a descansar, nosotros no podemos descansar.
Esta lucha empezó para quedarse, y esa... esa es la mayor de las alegrías y la mas perdurable de las victorias.
Si se gana, quizá sólo por unas horas, quizá sólo unos minutos, vamos a tocar las nubes con los dedos y a empaparnos de la mas enorme de las alegrías. Si se gana será una descarga a tierra, un analgésico para aquel dolor profundo de estar ahogados en el fondo de un mar incontenible, de ser los nadies. Será el fin de aquella época -¡mirame como hablo!, como si ya hubiese pasado-, en la que no podíamos opinar, en la que eramos llamados al silencio. En la que teníamos que recibir los correos electrónicos de nuestros amigos -si, amigos, a pesar de las descalificaciones que justificarían algo mas que un reproche- y callarnos la boca, o enmudecer nuestros dedos. La época en que teníamos que tolerar en nuestros trabajos, en nuestros negocios, en nuestros lugares de reunión, en dónde vivimos y nos relacionamos, que nos humillaran. Muchas veces, que nos humillaran indirectamente humillando a otros, catalogando a los demás brutalmente, sin compasión, de ser algo que nunca habían (ni habrían) verificado, sin sospechar que estabamos del otro lado de la pared aunque nos pudieran ver con los ojos.
Si se gana, Tinelli habrá laburado en vano. Y eso me alegra.
Si se gana, algún agrogarca estará amargado. Supongo que mas de un agrogarca. Y también Rozitchner, o Fernando Iglesias. Mariano Grondona pondrá el grito en el cielo, cuando no lo veamos, cuándo esté en el baño y, en secreto, pierda la compostura y se entregue contra su voluntad a la furia de lo popular, al grito y a la puteada que ahoga en sus editoriales.
Si se gana, Clarín dejará de ser un grupo económico para ser silencio. Y eso, eso no tiene precio.
Esa es la venganza. Porque sí, porque somos vengativos.
Si se gana la luz va a ser mas brillante, la oscuridad mas seductora. Si se gana las sonrisas van a ser menos amargas. Lo cotidiano va a ser mas justo.
Si se gana vamos a descansar. Si se gana vamos a poder pensar un poquito mas, en días posteriores, en tomarnos unas vacaciones de los diarios y los programas de TN. Ojo, sin relajarnos. Sin dejar de luchar desde el lugar que podemos, desde el lugar que sabemos hacerlo mejor, o que nos dejan, o que nos dejamos. Pero aún así, va a ser como aquel día único en el año en que el viernes es el último día por mucho tiempo. Y los músculos se relajan y la cabeza descansa, y hacemos crucigramas o leemos libros de cuentos. Y vemos películas -todas las películas que no pudimos ver porque no teníamos ganas de verlas-.
Si se gana, la musica va a sonar mejor, y la que mejor va a sonar es la de bombos y platillos. Si se gana las plazas seguro van a explotar, van a explotar de alegría y de justicia (si es que se puede explotar de justicia, claro).
Si se gana Hebe va a estar contenta. Y yo también.
Si se gana muchos periodistas saldrán a gritar y vociferar, sabiendo que desde algún lugar pequeñito nos burlamos y nos reímos de ellos, enojados y crispados. Hablarán de fraudes, hablarán de clientelismo, de patotas, de mentiras, de estafas, de peronismo, de PJ, de aparato, del conurbano y sus barones. De Kirchner y Menem, aunque no hablarán, nunca jamás, de De Narváez y Menem. De Kirchner y Duhalde, aunque no hablarán, jamás, de De Narváez y Duhalde.
Los medios seguirán hablando, muchachos. Eso no va a cambiar. Sabemos que eso no va a cambiar.
Por eso si se gana y podemos volver a sonreir un poco mas relajados, con menos preocupaciones y miedos, vamos a tener que redoblar nuestros esfuerzos. Porque en la victoria uno se relaja. En la victoria uno suele confiarse y suele pretender que los problemas están solucionados. Lejos estamos de eso. Lo sabemos.
Aunque se gane las dificultades que se vienen son enormes. Quedarán un montón de problemas por resolver, independientemente del número de legisladores, si hay que negociar o no hay que negociar, habrá enormes batallas que librar, enormes ataques que resistir.
Tenemos la suerte, la fortuna de participar de un momento único de la historia de nuestra república. Algunos creen que realmente Kirchner o el kirchnerismo no son capaces de encabezar una transformación profunda. Algunos creen, por el contrario, que sí. Lo que a veces no se advierte es que no es el kirchnerismo Néstor Kirchner, ni es el kirchnerismo Cristina Kirchner, ni es el kirchnerismo Scioli, ni tampoco lo es Nacha Guevara, ni Andrea del Boca, ni lo es Heller ni Luis D'Elía. El kirchnerismo no es eso, el kirchnerismo es el sueño de los que hoy descansan soñando eternamente. Es el símbolo del sueño y la esperanza de años, de décadas y de miles de argentinos que hace mucho no están y de tantos otros que sí, pero que nunca soñaron que ese sueño, o que la posibilidad de soñar con ese sueño, se haría realidad. Es nuestro pedacito del sueño latinoamericano de caminar todos juntos, de ser independientes, de la igualdad y de la libertad, verdadera libertad. Que los argentinos sí puedan confrontar, que haya diferencias, que haya discusiones entre los argentinos. Pero no por el color de piel o la clase social. Que no se discuta con y de los extranjeros por transpasar unas fronteras que ni con una lupa se puede ver.
Tenemos la obligación, el deber de mantener vivo ese sueño. Ese sueño, que llamamos caprichosamente kirchnerismo, es un sueño mas grande -mucho mas grande- que un nombre, un partido o incluso que una clase social. El kirchnerismo es un punto de partida y ese es el legado mayor. Claro que es el legado mayor. Y es nuestra responsabilidad mantenerlo vivo. Es nuestra responsabilidad no rifar el futuro, no jugar con el presente. Es nuestra responsabilidad hacer que el proyecto crezca y que el kirchnerismo se transforme en un movimiento popular y nacional definitivamente. Tan grande que pueda abarcar a todos y cada uno de los argentinos. Incluídos aquellos que preferirían ser aplastados por ese colectivo con aroma a choripán, con cánticos y banderas, con ruido de bombos al que habrán de subirse el día menos pensado .
Si ganamos, esto es fundamental. Es un recordatorio que me escribo a mi mismo. Porque si ganamos podemos volver a cometer el error de creer que ya esta todo bajo control. ¡No señor! Nunca, jamás, el enemigo va a descansar. Jamás. Y como el enemigo nunca va a descansar, nosotros no podemos descansar.
Esta lucha empezó para quedarse, y esa... esa es la mayor de las alegrías y la mas perdurable de las victorias.
le tengo más miedo a ganar que perder. Perdimos tantas veces ya, a la trinchera estamos acostumbrados.
ResponderEliminarSi ganamos, ya no hay más aplazamientos, será el tiempo de hacer ese monton de cosas que están pendientes. Será el momento de la acción en serio. [y a veces temo, que nos somos más k que los que están alla arriba]
saludos Martin! [muy buenos los dos post]
Clarín dejará de ser un grupo económico para ser silencio. Y eso, eso no tiene precio.........
ResponderEliminarVos creés?? OJALÁ!!!!OJALÁ...
"Y si el cambio empieza un día?"
ResponderEliminarGracias Belanix: Si, efectivamente. Hay un riesgo muy grande encerrado en nuestro mayor anhelo. Por eso no hay que relajarse, aprendimos esa lección, creo.
ResponderEliminarPalaciodelarisa: Yo lo dije en el sentido de que, si se ganan las elecciones, Clarín va a tragar saliva... digamos que es una imagen que me vino a la cabeza, la redacción de Clarín en silencio, mordiendo el polvo. No creo que desaparezca ni que se callen, Clarín cada día se parece mas a RCTV. Gracias por comentar.
Machado: El cambio empezó en 2003. En realidad la frase correcta para De Narvaez / Macri debería ser "¿Y si Menem vuelve un día?".