domingo, 10 de octubre de 2010

Lilita como metáfora del gorilismo argentino

Se dice con frecuencia que la solución a los problemas de los argentinos está en el periodismo; que los recursos humanos abundan y si solo se pudiera proporcionar un buen nivel educativo a los estudiantes de periodismo, el país sería mas libre. No necesariamente. Miren el caso de Clarín. Todos los recursos humanos que quieran, un bajísimo cuestionamiento de la población y, a lo largo de los últimos años del siglo XX, índices bursátiles que no han tenido nada que envidiar a los periódicos de Europa occidental. Pero hoy, en un país que hace 100 años era uno de los mas desiguales del mundo, el ochenta por ciento de los medios están condenados a caer en manos del grupo, si es que logran crecer. Ocho niños menores de cinco años mueren al día debido a la desnutrición gracias a un sector del país que quiere volver a ser, como hace tiempo fue, el granero del mundo. Semejante aberración florece en un contexto político en el que a lo largo de más de medio siglo juntas militares corruptas o incompetentes han alternado el poder con Gobiernos populistas. El actual Gobierno peronista de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (como el anterior, de su marido Néstor Kirchner, presidente de Unasur) es tan afín al populismo de Hugo Chávez en Venezuela o de Daniel Ortega en Nicaragua como a los Gobiernos con presidentes blancos y obedientes de Brasil, Chile o el vecino Uruguay donde, por cierto, hoy el salario mínimo es menos de la mitad del argentino. ¿Dónde ha quedado la famosa independencia periodística proclamada hasta el cansancio por el periodismo que ha co-gobernado la mayor parte del período democrático instaurado en 1983? ¿Cuál es el problema?

El problema es el gorilismo. O, para ser más precisos, lo encarna, como símbolo, Elisa Carrió, la "Pitonisa", "la que habla con Dios", el ícono nacional por goleada. La idolatría a los líderes redentores, el culto a la viveza y (su hermano gemelo) el desprecio por la ética del trabajo, el narcisismo, la fe en las soluciones mágicas, el impulso a exculparse achacando los males a otros, el fantochismo son características que no definen a todos los argentinos, pero que Lilita Carrió representa en caricatura payasesca y que una parte de la población, aquella misma incapaz de perder la fe en el fin del peronismo, aplaude no con risas sino con perversa seriedad. El punto de partida es la negación de la realidad. Este es el terreno en el que opera Lilita y en el que su legión de devotos se adentra -como por ejemplo los 200 que pueden haber ido a verla hablar en el Teatro Coliseo, el 9 de septiembre- para adorarle.

Esos mismos que disfrutan como locos con las grotescas actitudes y dichos de la ídola -"¡la gente en la calle los quiere matar!"- fueron capaces de vitorearla al sumarse a las protestas rurales después de la paliza que Cristina le propinó, dejando a los gorilas cuatro años mas sin gobierno. Presos de la inocencia, no olvidan nunca que "ÉLLA" hace el famoso "diálogo con Dios"; o sea que su voz y voz de Dios son la misma voz. "ELLA" es uno con "DIOS". La manada periodística y gorila entonces, mientras grita para adentro, "¡Si estamos unidos a Lilita nos quedaremos con toda la gloria!", grita para afuera: “Lilita es como Churchill”, “la mayor parte del tiempo gobernó el peronismo”, “el voto útil”. Y no olvidemos el dicho nacional, al mismo tiempo jocoso y lleno de convicción, "¡Fuimos el granero del mundo!".

Lilita Carrió fue una monumental promesa de ética política. Pero la fama no da votos, ni derechos, ni conocimientos para opinar con absoluta certeza acerca de casi todo y al mismo tiempo desautorizar a todo aquel que no esté de acuerdo con sus ideas. En Argentina, mientras avergüenza a la mayoría, hace gritar de entusiasmo a muchos periodistas. Creen, orgullosos, que unidos a “la Pitonisa” todo el mundo "se va a comer el cuento". En realidad la que come todo, desde salmón hasta mayonesa casera, ha sido Lilita. Nadie la acusa ni la maltrata por su obesidad. Solo se trata de señalar su soberbia desconsiderada, de carácter profundamente narcisista, base de sus penosas afecciones del alma, metáfora de la patología crónica del periodismo y el gorilismo de un país.

Casi todos los días Lilita dio entrevistas desde la debacle de las elecciones de 2007. La ex fiscal de la dictadura, a la que se le oyó diciendo minutos antes de aquellas elecciones que habría fraude y ella no permitiría semejante maltrato a las instituciones, no ofreció ni análisis, ni explicación por la derrota, salvo decir que aceptaba el triunfo de Cristina dos horas después. Con un poco de suerte (la magia de la suerte la abandonó, ¿el otro Dios estaba en su contra?) las elecciones se hubieran ganado en segunda vuelta. Culpa por el desastre no aceptó ninguna.

En cuanto a la victoria del PRO el año pasado contra el FPV, el peronismo oficialista, bajo el mando del trío ahora disuelto Solá-Macri-De Narvaez, confesó que ella no tenía intenciones de ser presidente en 2011. Claro. Porque ponderar los resultados de aquella elección hubiese significado chocarse con la realidad y arriesgar salir del autoengaño enfermizo que le permitió afirmar muchas entrevistas que -avalada por el periodista Marcelo Bonelli, que en el programa de la semana pasada se declaró “neutral”- ella seguía siendo la candidata idónea para conducir la nación. "La Argentina va a salir", dijo, "vamos a ser todos muy felices" si su fuerza llega al gobierno.

El fracaso de Lilita en el plano electoral es el espejo del fracaso del antiperonismo como presunto proyecto de país. Por un lado, una falta de rigor y humildad en la planificación; por otro, una negación de la realidad que la rodea. El talento escasea, e impulsada por el amiguismo periodístico, el golpismo, el antiperonismo patriotero o la sencilla hijoputez Lilita decide no admitir que los Kirchner han sido los mejores de los últmos años; no solo no admite los méritos que tienen, no los quiere ni ver. La nueva promesa gorila, Ricardo Alfonsín, puso en la mesa de debate contra el oficialismo tres o cuatro criterios básicos que Lilita ni siquiera ha utilizado para su campaña y lo que se ve es un crecimiento en las encuestas de un candidato que hubiera sabido competir contra Cristina, como contra cualquiera en el 2007. Es decir, el sentido común existe en Argentina; solo que demasiadas veces, obliterado por la luz carriotista, brilla por su ausencia.

En el sistema carriotista solamente brilla la ilusión. Dentro de este sistema de pensamiento las cosas terminan no teniendo ni pies ni cabeza. Resultado: fracaso en la vida y arrastrando en el fracaso, en este caso, a todo el gorilismo, pero también se puede arrastrar a toda una nación. Recorriendo la historia del siglo XX sabemos la potencia destructiva de la ilusión cuando no es contrabalanceada por la realidad terrenal, nunca tan agradable ella como los espejismos de la ficción.

Cuando llevados por la fantasía se elige a periodistas como presidentes o sistemas de características antiperonistas, autoritarios y antidemocráticos, con pocos pies sobre la tierra, el resultado inevitable es el fracaso del pueblo. Una eterna candidata que no tiene ni ha tenido capacidad para manejar su vida, que además no sabe construir políticamente (por soberbia) y por lo tanto al titularse así toma las características de una impostora, tuvo siempre como resultado la derrota durante años en Argentina. Puede ocurrir nuevamente algo similar con la Argentina misma si los verdaderos dueños del poder, léase el periodismo que hace casi cuarenta años establece la agenda, siguen el camino compulsivamente repetitivo de la tergiversación permanente de la realidad. El endiosamiento de seres Ídolos-Dioses a los que no se debe criticar, como a Magnetto, Herrera de Noble, Duhalde, Bergoglio o Lanata, intocables seres sin errores, lleva al fracaso reiterativo y doloroso que arrastra a millones de argentinos al sufrimiento. Hoy el espantoso granero del mundo se va convirtiendo en un país lleno de semillas que podrán ser árboles creadas por el sistema y el esfuerzo de muchos argentinos: crecimiento industrial, disminución de la pobreza, igualdad, respeto por la protesta social, medios democráticos, renovación de las instituciones, libertad de prensa como nunca, PBI récord, 6% de ese PBI en educación (eso también) y llegamos entonces a que la fantasía de ser un pueblo "protegido" por la diosa Lilita cae en una realidad que para ella, lógicamente, es muy triste.

Las corporaciones periodísticas propensas a alimentar estas ilusiones, generan la seducción hipnótica de líderes de estas características. Son comunidades cerradas, como dice Jauretche, cuyo arte es desmoralizar, entristecer al pueblo y responder al poder económico. En estos casos el horizonte de expectativas está absolutamente distorsionado por las ilusiones y las consecuencias se traducen en un sinnúmero de fracasos compulsivamente repetitivos. Decía Rodolfo Walsh que nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Eso es lo que propone el gorila servil de Pierini al escribir su patética y eurofílica nota en el diario español “El País”. Al apoyar su estrambótica nota, los medios gorilas, eso sí, están siendo consecuentes. Ellos también piden, pese al fracaso en el intento de evitar una nueva ley de medios, como el de los regímenes militares y civiles cómplices que los precedieron, que se prolongue su dinastía durante los cuarenta años que vienen. Es probable que lo consigan. Sería la victoria del pensamiento mágico carriotista, sobre el que el sol de la bandera argentina nunca se pone.


Fuentes:

El país
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Maradona/metafora/argentina/elpepiopi/20101005elpepiopi_13/Tes
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